jueves, octubre 28, 2010

Fernando Garavito

El Señor de las Moscas
























Yo quise decir las cosas de una manera libertaria, pero Colombia es autoritaria.
Juan Mosca-Fernando Garavito.

Acabo de enterarme de la muerte de Fernando Garavito a través de la necrológica que hizo El Espectador, el diario en el que publicó la mayoría de sus columnas, el mismo que lo censuró un 23 de diciembre de 2002, condenándolo a un silencio que hoy, cuando ya no está, sigue resonando con la misma fuerza de aquel día, ahora que el periódico publica tanto placebo y sucedáneo en sus páginas editoriales.

La noticia me conmovió porque Juan Mosca o Garavito –el bueno, ha sido una influencia tremenda en toda mi poética por ser ético, coherente y preciso en el manejo del lenguaje, cualidades que fueron evidentes en sus columnas y en sus denuncias. Para mí era un francotirador, un agitador y un frentero. Pero ante todo era un contracorriente en un entorno que favorece la medianía, la ironía gratuita y la rosca, la maldita rosca que paraliza cualquier posibilidad de cambio en este país.

Hay ausencias de ausencias. En mi caso, pocas, pero vitales, me mueven a un silencio de horas o días. Es como si el corazón roto siguiera rompiéndose en las astillas. Siempre he tenido en mente Burla Burlando ya van seis delante, un pequeño relato de Cortázar en el que la muerte va apropiándose de los más cercanos, marcando el paso de la desaparición próxima.  Sin asco, Mosca denunció y advirtió de los alcances de Alvaraco cuando los medios tapaban todos los antecedentes de su familia, su conexión con el narco, el paramilitarismo. Y lo hizo con pruebas que fueron recopiladas en la Biografía No Oficial, desaparecida de las librerías y pirateada , puesta en los semáforos, en los agáchese, texto de lectura obligada en algunos colegios por promoción del suscrito. Garavito era parte de esa avanzada de defensores críticos de los derechos humanos, que le dolía el país, y que andaba por las calles del centro de Bogotá como sólo un transeúnte las conoce: desde dentro. Sus columnas las esperaba como quien espera algo que necesita para seguir viviendo. Fusilé algunas en fanzines que autoeditaba, por allá en 2002. Y en alguna habitación de hotel dejé el único ejemplar de Já, ese libro de poemas que tanto bien hace leer, desafortunadamente sin firmar, pese a haberlo tenido cerca entre 1998 y 2000.

Se me van las palabras. Por ahora no puedo escribir más. 






¡Hágase el baile, comience el dialogar de los cantos! No es aquí nuestra casa, no viviremos aquí, tú de igual modo tendrás que marcharte. Nezahualcóyotl

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