que elevas a cualquier ausencia
entre los anhelos de bienestar y los agradecimientos
por las miserias cotidianas.
Hazlo: pronuncia, vehemente, esa certeza
por concluir este pregón, la mascarada.
Se soberano de tu deseo,
Como quien anhela sentir rotas las cadenas
para lanzarse desde lo alto de un precipicio,
desprendiéndose de todo,
uniéndose al sinsentido de lo absoluto
en el que veneras tu muerte más que el ciclo de la vida.
Dilo con fuerza y contenlo en tu plexo solar:
que sea honrado cada latido mientras aguardas
la parada.
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